Por Montserrat Piñeiro

Para los extranjeros en Corea hay una frase excelente: “Si es rojo es picante, y pica mucho”. Claro, cuando somos recién llegados creemos que ese caldillo rojo en potajes y sopas es de tomate, pimentos o piquillos, o al menos de algo similar. Pero no, es pasta de guindillas y nos hace comer mucho arroz, beber mucho soju o correr al servicio a lavarnos la boca con jabón para mitigar la quemazón en la lengua. Por ello algunos de los expatriados hemos optado por facilitarnos la vida y explorar algo más seguro: los postres. Y para ello hay muy buenas opciones, que por cierto, no nos ayudan a entender como las coreanas se conservan tan delgadas, porque con tan buenas tentaciones hay que tener una fuerza de voluntad de hierro.

Pues bien, los postres, en particular los callejeros esos que hallamos en el metro o en los puestecillos de las calles¾ son muy creativos, encontramos formas de nueces de Castilla, elotitos, flores de crisantemo o pescados. Y claro, ese postrecillo blanco que se teje con las manos y que absorbe la humedad con presteza.

Como antítesis de la comida tradicional hipocalórica, los postres son la mayoría de las veces muy pero muy dulces, ricos en harinas y algunos incluso en cremas. Digamos que son ideales para la temporada de frío y nos proporcionan todas esas calorías que justo necesitamos para no sentir que el cuerpo se nos congela.

Nueces rellenas de tentación

Definitivamente recordarermos nuestra primera impresión al observar los pastelillos de nuez y gingseng, toda una monería. Para los que llevamos un tiempo viviendo aquí, no son ya tan novedosos, pero recordemos como fue nuestro primer encuentro… Toda una sorpresa al observar el ritmo de la máquina, la cadencia del cocinero y el escenario del puestecillo en donde la gestación de estos panecillos se desenvuelve.

Además de ser muy agradables a la vista y tener un diseño imaginativo, su sabor nos tienta a comer uno tras otro mientras están tibios. Sobre todo en invierno, su aroma nos llama desde los puestos o tiendecillas en donde los están elaborando. La maquinilla que utilizan para hacerlos es ciertamente poseedora de ese ingenio tradicional oriental que mezcla la sencillez de lo básico y una practicidad bien pensada.

No sólo en verano es temporada de maíz

Los pastelillos con forma de elote son otros buenos compañeros para el clima frío. Recién hechos, como los ofrecen en las estaciones de metro o en las calles, nos empujan a recordar esos postres occidentales que llevan crema pastelera. Sólo que en este caso el exterior es mucho más suave que en nuestras latitudes.

El saborizante que le adicionan puede no ser muy saludable (como es el caso de todos esos aditivos usados en productos de pastelería comercial)  pero incita a adquirirlos y devorarlos.

Lo mejor de todo es observar cómo cada diente del elote ha sido detallado: la nervadura de las hojas, los cabellitos del fruto… Verdaderamente, quien los creó prestó mucha atención a la parte artística.

Bbobki

Los discos de caramelo no son muy saludables para la dentadura, pero hay quienes gustan de ellos. Los vendedores los hacen casi al momento. Mezclan azúcar con agua, vacían la mezcla en la plancha y antes de que la cocción esté terminada,  marcan el bbobki con un cortador en el centro, en la mayoría de los casos en forma de corazón.

Hotteok

Una especie de panqueque coreano elaborado con agua, harina, azúcar y levadura, relleno de moscabado, miel, maní y canela. La mejor parte de esta versión es percibir la agradable sensación del relleno fundido cuando se consume el pastelillo. Es claramente pecaminoso calóricamente hablando, ya que posee en promedio 230 calorías por cada pieza. Sin embargo, hay que probarlo para cumplir al cien por cien con la experiencia gastronómica coreana.

Kkultarae

Las también llamadas barbas de dragón son copia de un postre chino de llegada reciente a Corea ¾poco más de un lustro. Llevan la misma base de los algodones de azúcar. La diferencia radica en la forma de estirar la pasta: con las manos. Sus ingredientes base lo hacen no apto para diabéticos: maltosa y miel.

Este dulce puede parecer simple y soso pero, cuando está relleno de frutos secos o chocolate el sabor es exquisito. Además de sus buenas propiedades organolépticas, su significado es positivo: símbolo de  buena salud, longevidad y fortuna.

Castañas, como en España

Y hélas ahí, para salvarnos de la nostalgia, unas castañas asadas, tal y como en España, y de forma no tan próliga, en algunas partes de Latinoamérica. Reconfortantes, exquisitas, y al menos carentes de azúcar y moderadas en calorías. Después de días y días obsequiándonos indulgencias azucaradas esto nos regresa un poco al equilibrio nutrimental y nos consiente con matices gustativos de casa.

Bungeoppang y Gukhwappang

Otra curiosidad gastronómica. Basta una máquina similar a la que se usa para hacer gofres o waffles, en donde se vacía una mezcla semilíquida que cobija la típica pasta dulce de judías rojas. El bungeoppang posee forma de pescado, mientras que el gukhwappang reproduce la forma del crisantemo, una flor tan típica de Corea.

Yakgwa

Un pastelillo originado durante la dinastía  Shilla Unificada, pero que recibió el nombre con el que se le conoce actualmente durante la dinastía Joseon. La palabra yakgwa significa golosina medicinal debido a que durante la dinastía Joseon la miel, su ingrediente principal, era considerada un producto medicinal.

Seguramente esta nota nos ha abierto el apetito, y en cuanto tengamos oportunidad y en los andenes del metro nos cautive un aroma de productos recién horneados, por la calle percibamos una fragancia avainillada o nos topemos de frente con un puestecillo que ofrece productos que incitan a la gula, no frenaremos nuestro impulso.

El otoño y el invierno nos invitan a pecar sin tener que pensar en cómo nos veremos en la playa durante el verano, así que a disfrutar, que ya en la primavera tendremos tiempo para ponernos a régimen.