Por Ana Dols Hernández

Ilustración de Rocío Álvarez González

Fotografía por Joe Wabe

Hoy las mujeres coreanas posponen o renuncian directamente a la decisión de casarse y tener hijos porque le dan prioridad a su trabajo y al logro de una autonomía financiera. Las mujeres de la llamada generación Sampo [asimilable a la generación Satori en Japón o con similitudes respecto a los mileuristas españoles], renuncian al noviazgo, al matrimonio y a la maternidad por razones de índole social y económica. De una parte, las tradiciones y el posicionamiento desigual entre hombres y mujeres en la sociedad coreana se han convertido en una losa. Por otra parte, las expectativas vitales de las nuevas generaciones son distintas de las de sus predecesoras. Las mujeres coreanas alimentan nuevos sueños quizá porque la falta de empleo estable, la escasez de ingresos o el alto endeudamiento personal les hurtan el poder económico necesario para crear una familia. Lo cierto es que muchas cosas están cambiando en Corea. Las mujeres también.

Emily, veintiocho años, casada y con dos hijos dice que hasta ahora lo usual era que las mujeres coreanas se casaran en torno a los veinticinco años, tuvieran hijos y renunciaran a su carrera profesional, al menos mientras los niños eran pequeños. Emily no trabaja fuera de casa y manifiesta que está satisfecha con ser “sólo” ama de casa, que no busca nada más. Considera que las mujeres que disfrutan de una posición acomodada no tienen ningún problema con el hecho de renunciar a su carrera profesional. Restaurantes, cines, centros de belleza son hervideros de mujeres disfrutando de su ocio. Sin embargo, muchas mujeres coreanas de la generación X, (las nacidas entre 1965-1979) y más jóvenes, las de la generación Z (las nacidas entre 1980 y 1995) tienen ambiciones diferentes.

So Young lo tiene claro, “no quiero renunciar a mi carrera profesional solo para ser un ama de casa”, pero reconoce que compatibilizar su trabajo con el matrimonio y la maternidad es realmente muy difícil y, en su opinión, esto explica por qué muchas mujeres deciden quedarse en casa y abandonar el mercado laboral, al menos temporalmente.

La sociedad coreana está cambiando en muchos aspectos. Mientras en Corea del Sur la esperanza de vida de las mujeres, el uso de anticonceptivos o la escolarización de las niñas en los niveles de primaria y secundaria se sitúan en los niveles más altos en relación con otros países de la OCDE, su tasa de nupcialidad y de nacimientos está descendiendo de forma drástica. En el 2013, el número de matrimonios descendió en un 1.3% respecto al año anterior, por su parte la edad a la que se casan por primera vez mujeres y hombres coreanos va en aumento: treinta y dos coma dos años para los hombres y veintinueve coma seis para las mujeres. Por otro lado, la media de nacimientos por mujer en Corea del Sur en el período de 2010 a 2015 fue de uno coma tres, la tercera media más baja, junto con Macao y Hong Kong (uno coma uno).

La tasa de fecundidad es baja porque, como se ha dicho, las mujeres se casan más tarde o no se casan. Se trata de un problema complejo con un enorme impacto en el país y su futuro. En un reciente estudio realizado por la Korea University Graduate School of Economics, se concluye que cuanto más alto es el nivel educativo más baja es la probabilidad de que las mujeres se casen. Sin embargo el nivel educativo no es el único determinante para retrasar el matrimonio.

Este problema tiene mucho que ver con el acceso a la vivienda y al empleo. Una familia de clase media tiene que ahorrar todos sus ingresos disponibles durante tres años para alquilar una casa bajo el sistema jeonsé(un método de alquiler por el que las personas que alquilan realizan un depósito a tanto alzado por el 40-60% del valor de mercado del inmueble ¾aunque puede llegar hasta el 80%¾ que se devuelve íntegro por el propietario cuando aquéllas dejan la casa y son comúnmente las familias las que ayudan a los hijos a reunir ese depósito). Esto puede hipotecar el futuro de las abuelas, dice Young Hee, que se ven obligadas a trabajar de mayores. Primero cuidaron de sus hijos, después de sus nietos. “¿Has visto a las mujeres de cincuenta o sesenta años que trabajan en los supermercados? Es probable que sean personas muy cualificadas y con titulación”.

Por su parte, la tasa de empleo de la gente joven en Corea del Sur (quince-veintinueve años) fue en el 2012 del 40,4%, frente al 50.9% de la media de la OCDE. Las estadísticas muestran que la mayor parte de los nuevos empleos generados en Corea en el 2014 fueron ocupados por personas entre los cincuenta y los sesenta años. Los llamados baby boomers, personas nacidas entre 1955 y 1963, continúan trabajando después de la edad jubilación, de modo que mientras en esta cohorte la tasa de desempleo desciende, entre los jóvenes aumenta el paro. El deterioro progresivo de la calidad del empleo y el desempleo de las personas jóvenes no solo estanca el crecimiento de los ingresos de las parejas jóvenes, también contribuye a paralizar sus sueños. En el 2014, sólo el 61,2% de las mujeres con educación postsecundaria encontró empleo, frente al promedio de la OCDE que fue del 78,6%. Como en España, en Corea del Sur también se cumple la relación entre alta o sobre cualificación con empleo temporal y a tiempo parcial.

Y sin embargo, sin una cierta seguridad en el empleo y sin trabajar a jornada completa, “o te ayudan tus padres (y por tanto poseen recursos) o es muy difícil acceder a la vivienda y crear una familia”, opina Young Hee. Para muchas mujeres jóvenes siquiera plantearse tener un hijo  resulta impensable en estas circunstancias.

Vinculado con el empleo, se encuentra la enorme brecha salarial entre hombres y mujeres en Corea. Según también un estudio de la OCDE del año 2012, los hombres en Corea ganan un 37% más de promedio que las mujeres. Esta brecha  se origina en parte porque las mujeres ocupan puestos de menor rango y se sitúan en sectores peor remunerados, sectores feminizados, como el del comercio al por menor. La diferencia también está vinculada al nivel educativo. En el 2012, las personas sin estudios universitarios recibieron un 47% menos de sueldo que aquellas que se licenciaron. La presión por graduarse en la universidad (en las consideradas prestigiosas) y por alcanzar el éxito educativo es enorme en Corea.  Y no solo la sufren las personas adultas y niños se ven obligados a realizar jornadas de estudio maratónicas para satisfacer las necesidades de una sociedad inmersa en un círculo vicioso de híper-competitividad. Por último, las diferencias salariales se vinculan igualmente al tamaño de la empresa. Las personas con menor nivel educativo trabajan en las pequeñas y medianas empresas, mientras que aquéllas que poseen estudios superiores pueden acceder a los chaebols.

Junto a la brecha salarial, la cultura y el clima laborales no son proclives a promover la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en Corea del Sur. Así, por ejemplo, aunque el permiso por maternidad esté regulado legalmente, muchas mujeres coreanas ni siquiera disfrutan de los noventa días que legalmente les corresponde, por miedo a perder su empleo o a caer en desgracia dentro de su propia empresa.

Por si esto fuera poco, las mujeres tienen también muchas más dificultades para promocionar; a igual o superior formación y/o experiencia, dice Young Hee, los hombres promocionan más. Cuenta el caso de una alta directiva de banca que se vanagloriaba “de haber podido ascender sin haber descuidado sus deberes familiares” y “estos ejemplos no nos interesan”, apostilla Young Hee. Además, a medida que se tiene más edad, también es más difícil ser el candidato ideal en una empresa, porque para algunas empresas, comenta Young Hee, “con veintiocho años te consideran demasiado mayor para determinados puestos”.

Vinculado con las escasas oportunidades de promoción y desarrollo dentro de la empresa para las mujeres, es posible que la figura del hesik también cumpla su papel en contra de las mujeres coreanas. Estas “reuniones corporativas”, cenas y comidas con gente de la empresa fuera del horario laboral que permiten socializar con personas que pertenecen a un nivel jerárquico superior, dice So Young, están muy extendidas en la cultura coreana pero mientras los hombres socializan, se queja So Young, “ellas se quedan en casa a cargo de la cena y de los hijos”.

La conciliación de la vida laboral y personal para las mujeres coreanas que trabajan fuera de casa y tienen hijos es muy difícil, coinciden Young Hee y So Young, porque el apoyo que reciben como madres de familia es escaso. En Corea los hombres dedican una media de cuarenta y cinco minutos diarios a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos y cuanto mayor es su nivel de ingresos, menor es la ayuda personal que prestan a su pareja, aunque económicamente contribuyan más para que “otra mujer realice las tareas”. “Los hombres coreanos ni siquiera van solos a hacer la compra al súper”, apunta Young Hee.

Hay un tema crucial que también está incidiendo en la vida de las mujeres trabajadoras. ¿Quién cuidará de los hijos durante el día hasta que vayan al colegio (a partir de los 6 años comienza la escolarización obligatoria)? ¿Qué hacer con los hijos cuando finaliza el horario lectivo y ellas” todavía no han llegado a casa?

So Young y Young Hee trabajan hasta las seis de la tarde en teoría, pero sus horarios pueden extenderse una hora y media más si el trabajo lo requiere. El Tulbon Kyosil (Day Care Centres, en inglés; escuelas infantiles, casas de niños o ludotecas, según la edad de los niños, en español) es gratuito en Corea y las familias pueden gozar de este servicio, independientemente de sus ingresos, hasta que el niño alcance los veinticuatro meses y podrán obtener de cheques de ayuda (éstos sí vinculados a  la renta familiar) hasta que los hijos alcancen la edad de cinco años. Pero en la práctica, “no hay espacio para todos los niños y las listas de espera son muy largas”. So Young reconoce que no ha conseguido muchas ayudas para criar a su hijo. Acudir a las escuelas infantiles privadas o contratar una nanny no está al alcance de cualquiera. Además existe una cierta inseguridad, “¿has oído hablar de los abusos que se han denunciado últimamente en algunas escuelas?”, comenta So Young.

Ella se ha apoyado en su suegra para atender a su hijo. Hasta el año pasado vivía a dos horas de distancia del trabajo, de modo que solo podía estar con su hijo durante el fin de semana. Ahora vive y trabaja en Seúl y hasta que llega a casa (sobre las siete), su hijo ha participado en diversas actividades extraescolares y el abuelo lo ha recogido para llevarle a casa.

¿Cómo se presenta el futuro para las mujeres coreanas? “Se necesita más tiempo y más educación”, explica Young Hee; en los últimos diez años se ha producido un salto cualitativo y confía en que los hombres y las mujeres de las próximas generaciones se eduquen más en la igualdad de oportunidades y, en todo caso, “las mujeres coreanas sabemos lo que queremos”, afirma con rotundidad.

Es posible que las mujeres coreanas no aspiren sino a lo que otras mujeres, sean de donde sean, podrían subscribir. A disfrutar de un cierto bienestar. A sentirse seguras para abordar proyectos de futuro, a mantener relaciones sociales y afectivas positivas y a construirse vidas con sentido… para ellas.