¿Qué quieren las imágenes norcoreanas?
“En 2012 se llevó a cabo una exposición fotográfica en Nueva York, llamada Ventana hacia Corea del Norte”.
Por Eduardo Luciano Tadeo Hernández
Fotografía por Wikimedia
Una versión de la historia reciente de la península coreana define el régimen al norte del paralelo 38 como autoritario, hermético, violento, paria. La promoción de la mala imagen internacional de Pyongyang ha logrado que hoy la gente distinga entre la Corea buena –la del Sur- y la Corea mala –la del Norte-, asumiendo estas categorías como dadas; no intercambiables e incuestionables.
La dicotomía bondad-maldad, en lugar de ser útil para categorizar a las Coreas, resulta ambivalente. No queda claro, por ejemplo, qué es lo que se analiza: ¿el Estado, el gobierno, los líderes, las prácticas sociales, la infraestructura, la calidad de vida, los ciudadanos? La generalización ha llevado a adoptar discursos acerca de Pyongyang que, si bien no son necesariamente incorrectos, dejan de lado otros aspectos importantes: no todo son las armas nucleares.
Con el afán de reflexionar sobre la imagen del régimen norcoreano en el mundo, es necesario hablar sobre otras historias. Para tal propósito, pensar la diplomacia cultural es un buen recurso. Uno de los más recientes análisis de este tipo de diplomacia es el de Adam Cathcart y Steven Denney, quienes destacan una gran actividad norcoreana durante la Guerra de Corea en el este de Alemania y en China, a través de grupos musicales, con lo que sugieren había cierta decisión táctica en hacer uso de la cultura. Esa misma lectura de acción estratégica la aplican a la apertura para recibir a la filarmónica de Nueva York en febrero de 2008, así como a la decisión de mandar a la orquesta sinfónica norcoreana a París en 2012.
Administrada por los gobiernos en sus relaciones internacionales, la cultura es estrategia. Corea del Norte no es excepción en este sentido. Una particularidad, sin embargo, es la promoción de la imagen de los líderes. Esta tradición surge desde la creación del país en la década de los cuarenta, cuando se forja la imagen del padre de la patria, Kim Il-sung, a partir de historias sobre sus capacidades y talentos, una manera inteligente de legitimar su liderazgo.
La imagen es un recurso de nuestros tiempos, pero la imagen de los líderes ha sido a lo largo de la historia de la humanidad utilizada para lograr la vida eterna. Pues así como lo que no se menciona no existe: lo que no se ve no vive. A este respecto, resulta adecuado mencionar las conclusiones de W.J.T. Mitchell en un ensayo que representa un cambio de paradigma en la cultura visual e historia del arte. ¿Qué quieren realmente las imágenes? Se pregunta el crítico cultural, a lo que responde: “Lo que quieren las imágenes entonces es no ser interpretadas, decodificadas, adoradas, aplastadas, expuestas, desmitificadas o bien fascinar a sus espectadores. Lo que las imágenes en última instancia quieren es simplemente ser preguntadas qué quieren, con la comprensión de que la respuesta pueda ser nada en absoluto”.
Parte de la diplomacia cultural norcoreana ha estado enfocada en la promoción de la imagen de los líderes Kim Il-sung y Kim Jong-il. Si bien podríamos argumentar que esta acción no hace sino corroborar el autoritarismo característico del régimen, lo cierto es que la imagen en sí misma no puede ser autoritaria. Una medicina frente a esta visión común puede encontrarse nuevamente en Mitchell, quien advierte: “Nosotros, como críticos queremos que las imágenes sean más fuertes de lo que realmente son con el fin de obtener una sensación de poder en oponerlas, dejarlas en evidencia o alabarlas”.
En 2012 se llevó a cabo una exposición fotográfica en Nueva York, llamada Ventana hacia Corea del Norte. El nombre es una clara invitación a conocer el régimen a través de la imagen, además de un alegato frente a las nociones de un país hermético. Cooperaron para lograr la presentación Associated Press y Korean Central News Agency, agencias estadunidense y norcoreana, respectivamente. La posibilidad de colaboración en un aspecto como la cultura es, sin duda, una realidad que contrasta con la rispidez en los últimos quince años entre los gobiernos.
Aunque la exhibición destacó por incorporar imágenes en torno a la historia del país, paisajes, cultura, visitas de dignatarios y vida diaria, hubo una presencia notable de los líderes norcoreanos, pues la apertura se llevó a cabo antes del centenario del nacimiento de Kim Il-sung. Esta realidad muestra el mensaje a través de la cultura que se intenta proyectar en el exterior por parte del gobierno: en Corea del Norte el líder es nacionalismo, identidad, lealtad, padre. Pero, si tomamos la visión de Mitchell y nos preguntamos qué quieren las imágenes de los líderes norcoreanos, sin duda, una respuesta confiable sería “que hablemos de ellas”. Si esta lógica es correcta, es necesario preguntarnos si las imágenes de los norcoreanos comunes quieren lo mismo que las de sus líderes, ¿o acaso sus deseos son distintos?